Sólo faltan 32 kilómetros para reabrir el Canfranc

 

Las inversiones de mejora del tramo francés hasta Olorón, abre un horizonte esperanzador para el Canfranc ¿Qué harán nuestros políticos aragoneses al respecto?



Si hubiera que conceder un premio a la defensa del ferrocarril de Canfranc, mi voto sería para el presidente de Aquitania Alain Rousset. En un país que históricamente ha mirado hacia el sur con cierto menosprecio, con un gobierno central que muchas veces identifica/simplifica las relaciones con España a la colaboración en la lucha contra ETA, rodeado de tecnócratas que hablan de autopistas ferroviarias pero están llevando el transporte ferroviario a su mínimo histórico, al presidente socialista de la región situada al otro lado del Somport no le duelen prendas en afirmar que reabrir el Canfranc “es una cuestión de sentido común”.

Y no se queda en palabras. Acaba de negociar que en el contrato de plan Estado-Región 2007-2013 se incluyan 35 millones de euros para modernizar los 36 kilómetros de vía férrea entre Pau y Olorón, único tramo del Canfranc francés que sigue en servicio. De ese dinero, Aquitania pondrá 13,12 millones y el resto el Gobierno central. Pero es que, además, la región vecina va a invertir otros 30 millones para reabrir al tráfico ferroviario el tramo Olorón-Bedous. Esta sección de 25 kilómetros, que incluye el espectacular viaducto de Escot, siguió en funcionamiento algunos años después del accidente del puente de Estanguet, pero hace casi tres decenios que no ve pasar los trenes.

El dinero que puede aportar el Consejo Regional de Aquitania (institución similar a nuestra Diputación General de Aragón, pero con muchas menos competencias y presupuesto) no llega para electrificar la línea, por lo que los trenes de viajeros que la servirán, probablemente a partir de 2010, serán diesel. Pero no hay duda de que la reapertura de este tramo, que exigirá la devolución al ferrocarril de espacios que le ha robado la carretera en estos años, como la rotonda de Bidos, se va a convertir en el mejor símbolo de la demanda de reapertura. Una reapertura que Rousset quiere, según informaba el periódico Sud-Ouest el pasado 25 de septiembre, para “evitar una catástrofe humana, transfiriendo las mercancías al ferrocarril y creando una alternativa a la carretera en el valle de Aspe”, y para “anticipar el potencial de los intercambios (entre España y Francia) principalmente hasta la plataforma intermodal de Zaragoza” (PLAZA).

Tiene razón el político francés al temer una catástrofe que, inevitablemente, se producirá en el valle de Aspe (y también en el español de Canfranc) cuando, en torno a 2010, se terminen las autovías Lérida-Huesca, Nueno-Jaca y Pamplona-Jaca, que pueden arrojar al túnel de Canfranc más de mil camiones diarios.

La decisión de Rousset cogió desprevenido al presidente de Aragón, acostumbrado a afirmar que el problema de nuestro ferrocarril internacional está solo en Francia, porque los trenes españoles llegan todos los días a Canfranc. Claro que no dice cuánto tiempo les cuesta, ni que, muchas veces, ni siquiera llegan. Tanto es así que Marcelino Iglesias se apresuró a viajar a Bilbao, donde se celebraba la 25 reunión de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, a la que no pensaba asistir, para reunirse con Rousset y firmar con él un documento en el que pedían a ambos gobiernos que la línea se reabra antes de 2012.

Pero esta firma no le exime de su parte de culpa en la decisión del Gobierno español de paralizar la modernización del Canfranc, decidida por el Gobierno del PP. De los seis proyectos en que se dividió en su momento el trayecto Huesca-Canfranc para su modernización (plataforma para 22,5 Tm por eje, vía de ancho europeo y electrificación a 25 Kv), solo está en marcha la variante de Huesca, que tiene una clara motivación urbanística, y el Ministerio de Fomento ha anunciado que únicamente va a licitar el tramo Caldearenas-Jaca porque, dice, es el único que serviría para la travesía central del Pirineo (TCP), y van a estudiar un nuevo trazado entre Huesca y Caldearenas, que supondría perforar el Prepirineo con un túnel de más de 10 km. Dado que la famosa TCP no se hará, si es que se hace, antes de 30 años, esa decisión supone que el Gobierno español no prevé reabrir el Canfranc en 2012, porque sería absurdo hacerlo en las lamentables condiciones actuales de la vía. La DGA le ha servido la excusa en bandeja, porque la idea del supuesto túnel de Sierra Caballera fue suya.

El Gobierno central francés tampoco parece decidido a secundar los esfuerzos de Aquitania reabriendo el tramo restante entre Bedous y Canfranc, a juzgar por las declaraciones de su embajador en España, hechas con ocasión de su reciente visita a las obras de la Expo zaragozana. A no ser que la apuesta por el ferrocarril por razones ambientales que anunció hace poco el presidente Sarkozi cambie la perspectiva.

En estas circunstancias, las buenas noticias que han llegado de Francia no permiten ser del todo optimistas. Pero los lectores de Aragón saben, por la larga experiencia del SIPA en esta reivindicación, que la lucha por la reapertura del Canfranc es larga, con grandes retrocesos (como la negativa francesa a cumplir el acuerdo de la “cumbre” de Santander o la paralización de la reforma de la línea española) y con pequeños avances como la reapertura del tramo Olorón-Bedous. Pero son esos avances los que alientan nuestra tenacidad. Si los trenes van a llegar a esa pequeña estación del valle de Aspe, ¿por qué no pensar que también podrían hacerlo hasta la internacional de Canfranc? Al fin y al cabo, solo las separan 32 kilómetros.

 

Luis Granell Pérez

Representante de la Fundación Ecología y Desarrollo en la Coordinadora para la reapertura del ferrocarril Canfranc-Olorón (CREFCO)

Artículo publicado en la Revista Aragón - 03/11/07

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