Algunas ideas para un museo del
ferrocarril internacional de Canfranc
Si algo
caracteriza al valle de Canfranc es que desde hace más de 2000 años ha
sido lugar de tránsito: vía romana, camino de Santiago, carretera en el
siglo XIX y el ferrocarril en el XX. Por esta causa, si hay un paisaje
pirenaico en el que la huella el hombre es más evidente, ése es el valle
de Canfranc. Una huella que no ha sido siempre negativa: ahí está ese
camino jacobeo, patrimonio de la humanidad (y tan escasamente cuidado, por
cierto); ahí están las fortificaciones de la Ciudadela de Jaca, Coll de
Ladrones, Rapitán, la torre de fusilería y los búnkeres de los años 40,
construidas aquí precisamente por esa función de paso; ahí está la línea
ferroviaria y sus espectaculares obras de fábrica como el viaducto de
Cenarbe, los puentes sobre los barrancos de Ip y Botal, o los muros que
hay entre la antigua estación de Villanúa y Canfranc-pueblo; ahí está,
sobre todo, la estación internacional y algo menos conocido pero muy
importante: las actuaciones de restauración hidrológico-forestal que se
realizaron en las laderas que rodean la estación para evitar los aludes y
que dieron lugar al hermoso bosque que ahora rodea a Canfranc-estación,
que no existía cuando se construyó el ferrocarril.
Creo que
el diseño de un posible museo ferroviario en Canfranc debe hacerse
teniendo en cuenta todo esto. Porque es precisamente este contexto el que
le da su mayor sentido, el que lo mejor lo vincula con el territorio en el
que se asentaría.
La puesta
en marcha del Consorcio Canfranc 2000 (integrado por la Diputación General
de Aragón, el Ministerio de Fomento a través de ADIF y el Ayuntamiento de
Canfranc), con la restauración del edificio de viajeros de la estación
internacional y el posterior desarrollo urbanístico del suelo que lo rodea
y que ha perdido o va a perder su uso ferroviario, puede hacer posible un
viejo proyecto con el que muchos soñábamos hace años: la creación de un
museo dedicado al ferrocarril de Canfranc.
El vehículo histórico estacionado delante de la estación de Canfranc
parece anunciar
la vocación de ésta de albergar un museo (Foto: Julio E- Foster)
La
presencia en Canfranc de numerosos coches y algunos vagones históricos en
los antiguos cocherones donde se trasbordaban las mercancías o en vías al
aire libre desde hace casi veinte años, pudo hacer pensar que existía un
proyecto de museo, pero no era así. Ese material fue depositado en
Canfranc por la Asociación Zaragozana de Amigos del Ferrocarril y Tranvías
(AZAFT), solo porque no cabía en las instalaciones de la antigua estación
zaragozana de Delicias. Entre ese material hay coches que son propiedad
del Museo del Ferrocarril (Fundación de los Ferrocarriles Españoles) y
cuya custodia fue confiada a AZAFT, y otros que lo son de dicha
asociación, la cual los adquirió a la Compañía Internacional de
Coches-Cama (Wagon Lits) cuando ésta cerró sus talleres de Irún.
El
progresivo abandono a que ha estado sometida la estación internacional en
las tres últimas décadas ha tenido su reflejo en el deterioro o la simple
destrucción de este material histórico, muy difícil de vigilar dadas las
dimensiones de la estación, el libre acceso a sus instalaciones y la falta
de personal, primero de Renfe y ahora del ADIF. Los coches que se guardan
en el interior de los cocherones son los mejor conservados, pero ni
siquiera estos se han salvado del vandalismo. Esta situación ha motivado
frecuentes desencuentros entre las entidades preocupadas por la
conservación de este material: AZAFT, Ayuntamiento de Canfranc, Renfe,
Crefco y la Asociación en defensa del Ferrocarril y la Estación de
Canfranc (AFEC).
La
primera vez que se puso sobre el papel la idea de crear un museo
ferroviario en Canfranc fue cuando, hace unos quince años, se constituyó
el Consorcio y se redactó el primer plan urbanístico para los terrenos de
la estación. Entonces ya se calificó como de “equipamiento cultural –
museo del ferrocarril” el suelo en el que se encuentra el antiguo depósito
de locomotoras de ancho ibérico (conocido como la “rotonda”) y las
instalaciones inmediatas. Y la primera propuesta seria de museo fue el
trabajo de fin de carrera de un estudiante de Ingeniería de la Universidad
de Zaragoza, redactado a propuesta de Crefco, que se limitó a estudiar la
estructura e instalaciones del hipotético museo y que, por cierto, mereció
una alta calificación. Pero ni este trabajo ni la calificación urbanística
se tradujeron en actuaciones concretas para, ya no digo hacer, ni siquiera
para diseñar un proyecto de museo.
Conviene
dejar claro desde el principio que crear un museo ferroviario es un empeño
complicado y caro. Y tan difícil y costoso como su construcción y
equipamiento inicial es su mantenimiento posterior. Hay que tener en
cuenta que buena parte de las piezas que se exponen en él miden más de
veinte metros de largas y pesan decenas de toneladas. Y que, si se quiere
hacer un museo ferroviario serio y no un remedo, buena parte de esas
piezas deben estar en condiciones de moverse y circular por una vía.
Conviene no olvidar pues que, cuanto más ambicioso sea el proyecto
inicial, más difícil y más caro será convertirlo en realidad.
Por ello
creo que sería un error pretender hacer en Canfranc “el” museo del
ferrocarril de Aragón. Me temo que un empeño de este tipo podría fracasar
por, al menos, cinco razones: por falta de dinero para construir un
complejo muy ambicioso (las plusvalías que deje la venta de suelo de la
estación tienen que atender, prioritariamente, a la restauración del
edificio de viajeros), por falta de espacio (el suelo calificado para
museo no permite un proyecto de grandes dimensiones), por falta de
personal (empleados y voluntarios que atiendan las instalaciones), por
falta de visitantes (que tendrían que venir desde ciudades situadas a 100
kilómetros –Pamplona y Huesca– o casi 200 –Zaragoza–) y, finalmente, por
la oposición que un proyecto excluyente suscitaría en aquellas poblaciones
y organizaciones que tienen otros proyectos similares, por ejemplo
Zaragoza. Y, ¿alguien cree que podría hacerse en Canfranc un museo de este
tipo sin contar con la complicidad de AZAFT, por ejemplo?
Por ello
creo que lo que aquí puede y debe hacerse es “un” museo del ferrocarril o,
para ser más exactos, el Museo del ferrocarril internacional de Canfranc:
un centro dedicado a recoger y mostrar todos los elementos, materiales y
documentales, que, debidamente restaurados y expuestos, permitan al
visitante conocer la historia y el significado de este ferrocarril, tan
emblemático para los aragoneses.
Todavía quedan restos que atestiguan que la línea fue construida por la
Compañía del
Norte (Foto: Julio E- Foster)
Este
planteamiento no es timorato: puedo asegurarles que hay materiales de
sobra para hacer un museo completo, hermoso y muy atractivo, del que nos
podamos sentir orgullosos y que atraiga a numerosos visitantes; dicho de
otra manera, un museo que ayude eficazmente a potenciar la economía
turística del valle.
Definido
el ámbito del museo, voy a intentar trazar algunas líneas sobre cuáles
pudieran ser sus contenidos y cómo podría funcionar.
En primer
lugar, creo que debería estudiarse seriamente la posibilidad de darle a
este museo un carácter internacional o, cuando menos, de prever que en el
futuro pueda tenerlo. No puede obviarse que el motivo del mismo es una
línea ferroviaria hispano-francesa. Un museo con dos sedes, una en la
estación de Canfranc y otra en la de Bedous, ambas incluidas en un mismo
proyecto museístico, sería la fórmula más fiel al origen y la que mejor
explicaría el empeño de nuestros antepasados por abrir la línea y el
nuestro por recuperarla ahora. Además, al tratarse de un proyecto
transfronterizo, podría recibir los fondos europeos Interreg. Y, si un día
se reabre la línea, un tren turístico con material histórico que uniera
ambos museos sería un éxito seguro.
Pero,
aunque este proyecto hispano-francés ideal no pueda ponerse en marcha
desde el primer momento, el museo de Canfranc puede empezar a funcionar.
Veamos cómo.
En cuanto
al emplazamiento, me parece acertado el espacio que se ha previsto, que es
el comprendido entre las vías de acceso a las instalaciones de Silos
Aragoneses de Canfranc y el límite este de la explanada de la estación.
Allí se encuentran el depósito de locomotoras situado en torno a la placa
giratoria, los talleres adjuntos a dicho depósito, el edificio que
albergaba a los mecánicos (y, después de abandonado el depósito, al club
de montaña de Renfe) y una serie de vías en topera. Si acaso, creo que el
espacio reservado para el museo debería ampliarse con el túnel de
maniobras, en desuso desde hace décadas, y el tramo de vía situado en la
boca sur de dicho túnel, ahora casi enterrado por los derrumbes y la
vegetación.
La estructura de hierro del depósito constituye, en sí
misma,
una valiosa pieza de museo (Foto:
Julio E. Foster)
El antiguo depósito de locomotoras españolas, con su placa
giratoria, sería la pieza
principal del Museo del Ferrocarril de Canfranc (Foto:
Julio E. Foster)
La
instalación más importante del museo sería el depósito de locomotoras.
Allí podrían exhibirse, totalmente a cubierto, diez vehículos ferroviarios
(locomotoras, automotores o coches), uno en cada una de las vías a las que
se accede desde la placa giratoria. Varias de esas vías disponen de fosos
que permitirían ver las piezas desde abajo (rodajes, bogies, sistemas de
frenado, de generación de electricidad para alumbrado, etc.) y todas
disponen de espacio suficiente a los lados para instalar plataformas desde
las que los visitantes podrían ver el interior de los vehículos. Además de
estas diez, las dos vías del taller, más largas que el resto, permitirían
estacionar otras tantas pequeñas composiciones compuestas por dos o tres
vehículos.
¿Qué
material debería exponerse en este depósito? En la medida de lo posible,
debería ser material igual o lo más parecido posible al que se ha
utilizado en la línea a lo largo de su historia.
• En cuanto a locomotoras de vapor, convendría exhibir un par de
locomotoras, preferentemente del tipo de las 1-4-0 o 0-4-0 que la Compañía
del Norte primero y Renfe después utilizaron aquí. Al menos una de ellas
debería estar en condiciones de marcha para arrastrar trenes turísticos,
mientras que a la otra se le podría acoplar alguno de los artilugios
apartanieves que se conservan en el mismo depósito, en clara alegoría a
las dificultades que tuvo explotar una línea en la alta montaña.
• En cuanto a locomotoras diesel, lo más adecuado sería una General
Motors de la serie 1900, aunque no se conserva ninguna en su estado
original, tal como fueron utilizadas por Renfe en esta línea desde los
años 60. Si no fuera posible, podría intentar recuperarse alguna
locomotora de la serie 308, que recuerdan a las 1900 “americanas”, de una
cabina. Esta máquina podría utilizarse tanto para remolcar los trenes
turísticos (funcionando como locomotora de línea), como para atender el
movimiento del material en el interior del museo (como tractor de
maniobras).
Locomotoras BB 4.100 como ésta, guardada en la fábrica
Alstom de Tarbes, remolcaron
los trenes franceses por la línea de Canfranc desde la
inauguración hasta su cierre. (Foto: L. Granell)
• En material diesel, también sería deseable disponer de un automotor
Renault o, en su defecto, de un ferrobús como los que se utilizaron
en la línea hasta la llegada de los “camellos” 592 y 593.
• En cuanto a coches de viajeros, lo más adecuado sería exhibir
hasta cuatro modelos, dos de madera (uno tipo Costa y otro de los
construidos por la Cía. del Norte), uno tercero metálico (de los de la
mencionada compañía privada) que se usaban para viajes diurnos y un coche
de camas (en recuerdo del servicio nocturno Madrid-Canfranc, que existió).
Aunque en mal estado de conservación, en Canfranc se encuentran
depositados coches de todos estos tipos.
En la estación de Canfranc se conserva valioso material ferroviario
antiguo, como este
coche de madera (Foto: Julio E- Foster)
• Para su uso en trenes turísticos habría que recuperar hasta cuatro
coches de viajeros metálicos (bien de la serie 5000 de Renfe o, mejor,
de los de la compañías del Norte o Central de Aragón, similares al
“lorito” que conserva AZAFT). Siendo material histórico, pueden
habilitarse de manera funcional, para un uso intensivo. También parece
posible encontrar en Canfranc material de este tipo, si bien precisará una
completa restauración.
• En cuanto a material francés (por tanto de ancho de vía UIC, lo
que obligaría a colocar un tercer carril en algunas de las vías del
depósito, en la placa giratoria y en la vía de acceso a la misma)
convendría exhibir una locomotora eléctrica del tipo BB 4.100, utilizada
primero por la Compagnie du Midi y luego por la SNCF en esta línea
y una rama automotriz eléctrica Z-4.400 de dos coches. Este material sería
especialmente útil para efectuar trenes turísticos en caso de reapertura
de la línea, ya que lo sería con ancho UIC y, al ser eléctrico, evitaría
los problemas causados por el humo en los túneles.
En los
terrenos en los que ahora hay varias vías en topera (abandonadas), debería
musealizarse el trasbordo de mercancías que se realizaba en la estación de
Canfranc antes del cierre de la parte francesa de la línea. Para ello
habría que trasladar allí un tramo de uno de los dos cocherones paralelos
que hay al fondo de la explanada, reconstruyendo una parte cerrada y otra
abierta, con vías de ancho ibérico a un lado y UIC al otro. En estas vías
se podrían exhibir cuatro o cinco vagones de mercancías, unos cerrados
(tipo J) y otros abiertos, con mención expresa a los principales tráficos
que se realizaron por el Canfranc (cereales, agrios, wolframio, oro,
paquetería, etc.). En este muelle deberían instalarse las tres grúas de
carga lateral que hay en la estación, así como la grúa puente, en este
caso sobre el par de vías de ambos anchos.
También
al aire libre se podrían instalar diversos aparatos de vía (desvíos,
cruzamientos, calces, descarriladoras, etc.), un enclavamiento mecánico,
señales, postes de aguada y todos aquellos elementos que permitan
reconstruir el funcionamiento del ferrocarril de Canfranc en el momento de
inauguración de la línea. En los museos modernos, los visitantes pueden
mover estos artilugios que, afortunadamente, no se rompen con facilidad.
Histórica grúa pórtico para pasar cargas entre trenes de uno y otro ancho,
sobre un
antiguo furgón postal (Foto: Julio E- Foster)
El Museo podría albergar no solo material rodante, sino
aparatos de vía como este contrapeso de una aguja de
accionamiento manual (Foto: Julio E- Foster)
Reloj primitivo de la estación de Canfranc que también podría formar parte
de los
contenidos del Museo (Foto: Julio E- Foster)
En el
edificio de los mecánicos se instalarían el archivo, biblioteca, sala de
lectura, una maqueta de la línea con trenes en miniatura, una pequeña sala
de proyecciones, simuladores de conducción por la línea y las dependencias
administrativas del museo. El archivo debería ser uno de los contenidos
fundamentales del Museo del ferrocarril de Canfranc y sus fondos, algunos
de los cuales no serían originales, sino reproducciones (digitalizaciones,
microfilmaciones, facsímiles, etc.), podrían comprender los siguientes
aspectos,:
• Documentación técnica (desde los proyectos de construcción de la línea,
de las estaciones y demás instalaciones, hasta los diferentes estudios que
se han hecho en los últimos años sobre su eventual reapertura).
• Documentación histórica (desde el “Manifiesto de los aragoneses a la
nación española” o las firmas de apoyo que se recogieron en el siglo XIX,
hasta toda la generada por los años de reivindicaciones para su reapertura
(Crefco posee una valiosa documentación a este respecto), pasando por la
que se produjo mientras funcionó la línea, especialmente los relativos a
aspectos como el tráfico de oro durante la II guerra mundial.
Buena
parte de las piezas exhibibles que he enumerado están en Canfranc, pero
tanto este material como el que habría que buscar fuera, está sin
restaurar y no podría mostrarse en sus actuales condiciones. Ello nos
lleva a plantear una de las principales dificultades que debe resolver
cualquier museo ferroviario antes de plantearse abrir sus puertas: ¿cómo,
dónde y con qué fondos se restaura el material a exhibir?
Prácticamente todos los museos ferroviarios que conozco disponen de
talleres para la recuperación y mantenimiento del material. Y en muchos
casos, aunque haya algún puesto de plantilla, estos talleres funcionan
gracias a la colaboración de mecánicos ya jubilados que aportan sus
conocimientos para un trabajo artesano que, si se pretende realizar en
talleres comerciales (como los que tiene Renfe) saldrían carísimos. Los
talleres de la ARMF leridana podrían ser un ejemplo a seguir. Y tampoco
cabe descartar la posibilidad de vincular estos talleres a un taller
escuela, a algún ciclo formativo de FP o a las prácticas de los alumnos de
las escuelas de ingenieros superiores y técnicos de la Universidad de
Zaragoza.
Una
cuestión muy importante es que estas instalaciones necesitan mucho
espacio: para los talleres propiamente dichos y también para guardar el
material pendiente de restauración. Creo que, vistos los planes
urbanísticos, no hay espacio suficiente para estos talleres en la estación
de Canfranc. Además, no sería fácil encontrar aquí residentes que pudieran
realizar ese trabajo o que se desplazasen hasta aquí a diario. Ello me
lleva a plantear la posibilidad de que los talleres del Museo del
ferrocarril de Canfranc estén en otra estación que disponga de espacio
suficiente y de mayor población: estoy pensando en Jaca, en Sabiñánigo o
en Ayerbe. Llevar los talleres a una de estas poblaciones tendría, además,
la ventaja de incorporarla al empeño del museo.
He
apuntado antes que para ser un museo ferroviario serio, buena parte del
material que se exhiba en él debe estar en condiciones de circular y
hacerlo; debe circular. Esto que, en principio, pudiera parecer una
exigencia de difícil cumplimiento, otra dificultad añadida, puede
convertirse en Canfranc en una gran ventaja, porque la disponibilidad de
material en orden de marcha permitiría establecer trenes turísticos con
material histórico, que podrían convertirse en una importante fuente de
financiación para el museo. La población turística del valle de Canfranc,
de la Jacetania y del Alto Gállego es suficiente como para proporcionar
clientes que llenen un tren entre Sabiñánigo y Canfranc, diario en verano
y Semana Santa, y los fines de semana el resto del año. En caso de
reapertura de la línea, podría haber servicios similares entre Bedous (u
Olorón) y Canfranc.
Lógicamente, para los trenes turísticos que tendrían un uso intensivo no
se utilizarían las piezas más valiosas del museo. Estos trenes no solo
proporcionarían ingresos al museo, sino que se convertirían en un
importantísimo atractivo para el valle de Canfranc y crearían unos pocos
puestos de trabajo. Digo pocos, porque las experiencias que conozco en
otros lugares y países aconsejan contar con un porcentaje importante de
personal voluntario.
Un
proyecto de este tipo, entiendo que desborda la capacidad gestora del
Ayuntamiento de Canfranc y, al menos por lo que se conoce hasta ahora, no
encaja al 100% en la política de museos de la Diputación General de
Aragón. Por ello creo que debería ser abordado uniendo las fuerzas de
todas las instituciones, empresas y entidades interesadas, y que la mejor
fórmula para ello sería la de una fundación. Esta fundación estaría
integrada por:
• Entre las instituciones: la Diputación General de Aragón, la Diputación
Provincial de Huesca, las comarcas de Jacetania y Alto Gállego
(eventualmente también la de la Hoya de Huesca), el Ayuntamiento de
Canfranc y los de las poblaciones directamente implicadas en el proyecto
(por ser sede de los talleres, o destino de los trenes turísticos).
• Entre las entidades: la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, AFEC
(que debería crear una sección muy activa volcada en este campo) y AZAFT.
• Entre las empresas: entidades financieras como Ibercaja, CAI y Multicaja,
empresas turísticas como Aramón, Etuksa, Eivasa y otras hoteleras,
fabricantes de material ferroviario como CAF o Alstom (con factorías en
Zaragoza y Tarbes, respectivamente), empresas importantes con actividad en
la zona o con directivos vinculados al territorio, como Endesa o
Telefónica, etc., etc.
• Si, finalmente, el museo fuera hispano-francés, habría que encontrar las
instituciones, entidades y empresas francesas correspondientes a las
españolas mencionadas.
Pero,
aunque esta Fundación fuese la última responsable, creo que la gestión
directa del museo y sobre todo la de los trenes turísticos debería estar
confiada a una empresa, promovida por la Fundación, ya que una estructura
empresarial sería más ágil y eficaz que la una fundacional para los fines
pretendidos.
Para
terminar y como he apuntado al principio, entiendo que un Museo del
ferrocarril de Canfranc así concebido solo alcanzaría todo su sentido si
estuviera coordinado con otras iniciativas que pongan en valor y hagan
visitables los otros elementos patrimoniales del valle vinculados, como el
tren, a esa histórica función de lugar de paso: el camino de Santiago y
sus puentes medievales, las fortificaciones militares, los diques y el
bosque que rodean Canfranc, o los antiguos viveros que deberían
convertirse en un centro de interpretación de esa fabulosa actuación
hidrológico-forestal de los años 20 del pasado siglo a la que antes
aludía. También cabría añadir la recuperación del plano inclinado de Ip
para uso turístico, de la que tanto se habla pero nunca se realiza.
El
turista tendría así no solo un muy atractivo programa de visitas, sino un
instrumento para conocer y entender mejor el valle de Canfranc. Y, si me
apuran, el conocimiento de lo mucho, positivo, que nuestros antepasados
hicieron aquí, daría a sus habitantes y a quienes lo visitan argumentos
suficientes para rechazar aquellas actuaciones (urbanísticas, de
infraestructuras, o de cualquier otro tipo) que puedan deteriorarlo de
forma grave o incluso irreversible.
Luis Granell Pérez
Geógrafo y periodista, consejero de la Fundación Ecología y Desarrollo,