Las dudas de la ministra
(Publicado en Heraldo de Aragón)
Mientras que el Ministerio de Fomento y el Gobierno Vasco están
construyendo la famosa “Y” (que posiblemente será la vía de ferrocarril
más cara del mundo porque más de la mitad de su trazado es en túnel), en
Francia se han paralizado los trámites administrativos de la nueva línea
que debería dar continuidad a dicha “Y” en dirección a Burdeos. Para
muchos españoles, que se sienten infelices si no tienen en su ciudad una
estación de alta velocidad, resultará difícil comprender que en Francia,
cuna de esta fórmula ferroviaria, renuncien voluntariamente a la misma.
Y no
piensen ustedes que, como ocurre en el País Vasco español, es la izquierda
radical la que se opone al TGV (el Ave francés); es la derecha encarnada
en Michèlle Alliot-Marie, que no solo es teniente de alcalde de San Juan
de Luz sino ex ministra del Interior y ahora ministra de Justicia del
Gobierno del conservador Sarkozy. Ella y otros muchos franceses piensan
que no se puede construir un nuevo ferrocarril de características tan
exigentes sin alterar gravemente un territorio tan pequeño, hermoso y
poblado como el País Vasco francés. Por ello propone utilizar la línea
costera actual entre Hendaya y Bayona, especializándola en el tráfico de
viajeros (de forma que los TGV convivirían con trenes regionales y de
cercanías), y desplazar el tráfico de mercancías hacia otro paso más al
interior del istmo pirenaico.
Mi
objetivo al escribir este artículo no es solo elogiar la sensatez de la
ministra francesa, sino también llamar la atención sobre la segunda parte
de su tesis. Ha hablado la ministra de dos posibles itinerarios para los
trenes mercantes: el valle de Aldudes y el Canfranc. El primero fue un
proyecto frustrado a principios del siglo XX; Francia construyó una línea,
que sigue en funcionamiento, entre Bayona y San Juan de Pie de Puerto con
un ramal a Saint Étienne de Baïgorri, ahora fuera de servicio, a solo tres
kilómetros de la frontera y poco más de 40 de Pamplona. El segundo es bien
conocido por los aragoneses.
Parece lógico pensar que a la capital de Navarra le encantaría ser
cabecera de esa línea de mercancías, que vendría a resolver su alejamiento
ferroviario de Francia (ahora tienen que dar la vuelta por Alsasua, San
Sebastián e Irún). Pero, además de un presumiblemente fuerte impacto
ambiental, tiene el inconveniente de que habría construir la línea entre
Pamplona y Saint Étienne de Baïgorri; claro que eso es peccata minuta para
la hacienda foral, máxime después de que no han podido gastar lo que
tenían previsto en la autovía Pamplona-Orthez, que sus vecinos han
rechazado.
La
opción del Canfranc parte con las ventajas de que ya existe, pese a que
tenga un tramo cerrado en Francia, y de que su capacidad duplica el total
de mercancías que transitan en ferrocarril por Irún/Hendaya. Por eso, si a
día de hoy la vía entre Zaragoza y Canfranc estuviese modernizada,
electrificada y en ancho internacional (o sea, si se hubiesen ejecutado
los proyectos de Álvarez-Cascos que Magdalena Álvarez paralizó), ¿creen
ustedes que la ministra Alliot-Marie dudaría a la hora de decir por dónde
tenían que pasar las mercancías entre Francia y España?
Luis Granell Pérez