Mientras nuestros próceres siguen alimentando el
desvarío de la TCP, con alardes de lobbismo ya extemporáneos y no sólo por
ello conscientemente estériles, uno de los mayores santuarios civiles
europeos del siglo XX sigue recordándonos machaconamente que lo mejor es
enemigo de lo bueno. La estación de Canfranc languidece, la línea
ferroviaria sigue deteriorándose entre Huesca y Caldearenas y entre Jaca y
Canfranc y el sueño transpirenaico se desvanece poco a poco. Afloran de
nuevo nuestros delirios de grandeza y queda claro que preferimos cualquier
ocurrencia mastodóntica de incierto futuro a una infraestructura ya hecha,
capaz y sostenible.
Afortunadamente, nuestros vecinos transpirenaicos
afrontan el asunto de la reapertura con más energía y perspicacia que
nosotros. A pesar de tener un problema más difícil que el nuestro, ya que
su línea está parcialmente desmantelada, los franceses avanzan en el
proyecto de la reapertura tramo a tramo, a golpe de partida presupuestaria
y de impulso regional a una línea que, sin embargo, es irremediablemente
internacional. Pero las autoridades españolas discurren y obran de otro
modo, y con intenciones mucho menos claras. Valga como ejemplo que ni
siquiera se han hecho coincidir los horarios de los pocos trenes españoles
que llegan a Canfranc con los de los autobuses TER Aquitaine que enlazan
con Oloron...
Resulta incomprensible que el actual Gobierno de Aragón
no sepa o no quiera aprovechar la gran oportunidad política que le ofrece
el Canfranc, gracias al cual podría distinguirse de su antecesor, que ha
manseado sobre el asunto durante casi una década. Para marcar distancias y
presentar un producto de calidad, la nueva presidenta de Aragón sólo
tendría que insistir en la recuperación de los cinco proyectos encargados
por el Gobierno de Aznar en 2003 y 2004 (Alerre-Ayerbe, Ayerbe-Caldearenas,
Caldearenas-Jaca, Jaca-Canfranc, estación y túnel internacional),
perseverando en lo existente, no difiriendo al infinito –y más allá- la
modernización de la línea. El Canfranc podría ser el estandarte de la
política de transportes de un gobierno comprometido en aprovechar al
máximo los recursos existentes en un momento de crisis, y que dentro de
poco tiempo tendrá que gestionar ante la opinión pública el soslayo
europeo a la quimérica e inoportuna TCP. Pronto las altas esferas
pincharán las falsas burbujas, y entonces las palabras deberán dar paso a
los gestos como preludio de las acciones. En ese momento la presidenta
Rudi debería entenderse con su par de Aquitania, seguro aliado en la causa
de la reapertura, a diferencia de los presidentes autonómicos que siguen
enmarañados en el eje 16 de las redes transeuropeas de transporte. ¿Cómo
puede ser prioritaria una infraestructura terrestre cuyo trazado está en
el aire?
Por su parte, el consejero Fernández de Alarcón podría
programar un despacho itinerante en el canfranero, y con ello ya habría
hecho más que sus antecesores en el cargo. Tenemos que exigir a nuestras
autoridades que dejen de contemplar la travesía pirenaica por Canfranc
como un producto y no como un proyecto. Ojalá el nuevo Gobierno de Aragón
reconozca la línea, visite la estación como lo hizo en campaña, se
convenza de su viabilidad y se decida a impulsar al gobierno central del
mismo modo que el Consejo Regional de Aquitania lo hace con el gobierno
galo: así en España como en Francia.