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Los lazos históricos que siempre vincularon a los habitantes de uno y otro lado del Pirineo central, se han reforzado extraordinariamente al compartir, Francia y España, el nuevo marco de la Europa unida. Las relaciones humanas, culturales, científicas y económicas se han multiplicado al tiempo que se difuminaba la frontera común, exigiendo más y mejores comunicaciones de todo tipo. La misma Unión Europea reconoció esta realidad al incluir en sus redes el eje E-07, entre los arcos mediterráno y atlántico, a través del Somport. Pero esas comunicaciones siguen siendo difíciles y, muchas veces, tienen que realizarse por los extremos de la cordillera, lejanos y saturados de tráfico. Como si nuestros antepasados hubieran adivinado el futuro, la inauguración en 1928 de la línea ferroviaria Zaragoza-Canfranc-Pau unió las ciudades y los pueblos situados sobre su trazado y, más allá, hasta Valencia, Burdeos y Toulouse. El nuevo ferrocarril significaba progreso y desarrollo para sus ciudadanos. Transcurridos 76 años, en una Europa cada vez interrelacionada, vemos sin embargo, impotentes, cómo el cierre de la línea nos ha hecho retroceder y lo que parecía un futuro esperanzador se ha convertido en un presente decepcionante que ha frustrado las ilusiones de todos e incluso ha obligado a emigrar a muchos habitantes de algunos pueblos. A pesar de las esperanzas suscitadas en su día por la perforación del túnel de Somport, la carretera no ha podido llenar hasta ahora el vacío dejado por el cierre del ferrocarril. Además, la creciente sensibilidad hacia los problemas medioambientales ha llevado a la convicción generalizada de que las vías de comunicación, por necesarias que sean, deben respetar los condicionantes que impone atravesar un espacio tan bello y ecológicamente tan frágil como es el Pirineo. Por eso ahora, alentados además por la nueva política europea de transportes, las miradas de todos se han vuelto de nuevo hacia el ferrocarril. Si, a finales del siglo XIX y principios del XX, los ayuntamientos fueron protagonistas en la demanda de construir un ferrocarril internacional que uniera España y Francia por Canfranc, hoy vuelven a unirse para pedir su reapertura. Nuestros antepasados lucharon setenta y cinco años hasta conseguir que la línea atravesara los Pirineos y de ellos aprendimos a tener paciencia. Por eso no nos hemos cansado ni nos cansaremos nunca de pedir que el ferrocarril vuelva a unir nuestros pueblos y ciudades. Los argumentos son muy claros: Las grandes metrópolis de Valencia, Toulouse, Zaragoza y Burdeos, y las ciudades medianas como Pau, Huesca, Tarbes o Teruel, son escenario de una importante actividad económica y cultural que, si estuvieran bien enlazadas, podría incrementarse todavía más. Para ello, necesitan un eje de comunicaciones eficaz. Pero este eje no puede diseñarse olvidando a las pequeñas poblaciones que existen a lo largo de su trazado; muy al contrario, debe servirlas eficazmente y potenciar sus posibilidades turísticas y de todo tipo. En este sentido, las ciudades se sienten solidarias con los pequeños pueblos y sus necesidades. La conservación del Pirineo es un objetivo irrenunciable para todos, de forma que no puede aceptarse ninguna actuación en materia de infraestructuras que ponga en peligro su ecosistema, patrimonio común de españoles y franceses. Como han demostrado sucesivos estudios, la línea ferroviaria Zaragoza-Canfranc-Pau, debidamente modernizada, es capaz de permitir un tráfico de viajeros, y sobre todo de mercancías, suficiente para lo que el modo ferroviario es capaz de captar en las dos próximas décadas. Puede ponerse en marcha en pocos años y tiene un coste asumible para los dos estados. Además, al tratarse de una infraestructura ya construida, no afecta al medio ambiente. El próximo 7 de diciembre, Zaragoza va a albergar una nueva cumbre hispano-francesa, en la que el tema de las comunicaciones va a estar presente. Por ello, los Ayuntamientos reunidos hoy en Zaragoza piden a los gobiernos de España y Francia que recuperen el acuerdo alcanzado en las cumbres de Santander y Perpignan, y decidan abordar de forma inmediata la reapertura del tramo Olorón-Canfranc y la modernización de la todalidad de la línea ferroviaria, entre Zaragoza y Pau, implantando el ancho de vía internacional en la parte española. La recuperación de este ferrocarril, que articula la Comunidad Valenciana, Aragón, Aquitania y Midi-Pyrénées, sería un ejemplo de desarrollo sostenible, en línea con lo preconizado por la Unión Europea. Ayudaría a descongestionar los actuales pasos fronterizos y evitaría el tránsito de millares de camiones por el Pirineo. Finalmente, recuperaría un patrimonio ferroviario, hoy en estado de lamentable abandono, que no solo forma parte esencial de la identidad de los pueblos de Aragón y Aquitania, sino que constituye un bien cultural de indiscutible valor para todos los ciudadanos de Europa. Y, en apoyo de estas demandas, firman la presente declaración en la ciudad de Zaragoza, a 22 de noviembre de 2004.
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