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EL “TREN MEMORIAL” A CANFRANC DE 1975
Me pide Luis Granell, nuestro común amigo (porque lo será también de muchos de vosotros), que cuente la historia del “Tren Memorial” a Canfranc que organizó el SIPA en 1975.
Algunos no sabrán que es esto del SIPA y qué relación tiene o tenía con el ferrocarril del Canfranc. Aunque sea una pequeña digresión hay que contarlo para entender el sentido de aquel tren conmemorativo. El SIPA es una asociación cuyo nombre completo es el de “Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón”. Lo creó en 1909 el gran Basilio Paraíso para aprovechar el auge turístico despertado por la Exposición Internacional de Zaragoza. D. Basilio, como muchos oscenses progresistas del XlX, era un gran admirador de las cosas francesas y de la cultura gala y se acordó del importante papel que desempeñaban en el vecino país los Sindycates d’Inicitives, que como nuestros posteriores Centros de Iniciativas Turísticas, articulaban el turismo en sus regiones y ciudades. Con esta misma misión de ordenar el tourismo y la corriente de los touristas, términos nuevos que los periodistas escriben así (de tour, el que va dando vueltas por esos mundos zascandileando), nació nuestro SIPA. Que luego, hacia 1925, siguiendo las corrientes de los autonomismos, añadió a sus misiones turísticas la del regionalismo aragonés. Aunque el nombre de “Sindicato” suene raro a algunos es sin embargo perfectamente aplicable al caso, como unión de personas para un cometido concreto, como los “Sindicatos de Regantes”, o los Sindicatos de acreedores que persiguen cobrar las deudas que tienen contra un moroso los que en ellos se integran. Nosotros hemos conservado la denominación porque esto de cambiar los nombres de las cosas, incluidas calles y plazas, nos parece una equivocación: es como pretender cambiar las cosas que pasaron, pisotear la famosa “memoria histórica”, ceder a las presiones del momento. Hubo por cierto otros Sindicatos de Iniciativas en España: el de Palma de Mallorca fue el primero, después vino el de Zaragoza (lo de “Aragón” es de 1925), San Sebastián, Tudela, etc. Todos desaparecidos menos el nuestro.
En esos años (1925, los de la Dictadura de Primo de Rivera) finalizaban ya las obras de la línea del Canfranc. El ferrocarril había llegado a Jaca en 1892 pero de ahí no pasaba porque faltaba la voluntad francesa de continuarlo por su vertiente. El Tratado Internacional de 1904 volvió a impulsarlo y en la fecha que comentamos estaba ya perforado el túnel, casi concluida la Estación Internacional y todo preconizaba un final feliz. Había sido una larga historia. En ese momento el SIPA adopta un papel como de promotor de relaciones públicas de Aragón cara al Bearn, publica en su revista Aragón noticias de las obras tal como se van produciendo, organiza un comité de turismo Bearn-Aragón y hasta monta un viaje en carretera hasta Pau para que sus socios tomen parte en una “Semana aragonesa” de distintos eventos para celebrar la próxima llegada del ferrocarril. Esta caravana automovilística fue toda una aventura. Se apuntaron unos 100 vehículos que pasaron el tremendo puerto del Somport en un rallye de diez o doce horas e innumerables pinchazos. Cansados llegarían. Reproduzco algunas fotografías que publicó Aragón porque pienso que fue algo desusado en nuestro planeta aragonés, resultando curiosas ahora las marcas y matrículas de los automóviles y la gente que los ocupaba. Quedaron trenzadas buenas amistades con el Bearn que se tradujeron en años posteriores en grupos pirenaístas, exposiciones en Zaragoza y Pau, intercambios culturales. Casi todo este trabajo de confraternización se perdió al llegar la guerra civil. No se ha reanudado.
No se limitó el SIPA a este seguimiento social del ferrocarril, sino que prestó toda la atención posible a sus incidencias posteriores. Que no fueron felices. Tiempos de la gran crisis mundial del 29 que como la de ahora hundió muchos negocios y arruinó el transporte de mercancías. El Canfranc se vio discriminado en las tarifas ferroviarias que favorecían los transportes por Port Bou o Hendaya, puntos en los que existían lobbies e intereses antiguos. Algunos diputados afines al SIPA (de la CEDA y la minoría carlista) denunciaron la situación en el Congreso. Se creó la asociación “Fomento del Canfranc”, siempre atenta a la situación económica de este ferrocarril que publicó datos y estadísticas. Se siguieron con pasión las obras del Caminreal (Zaragoza-Valencia) y las de ramal Zuera-Turuñana, con las que parecía que el Canfranc quedaba bien conectado para el futuro. En los números de aquellos años de la revista Aragón encontrará el interesado reportajes clave para el seguimiento de la azarosa vida de nuestro tren.
Bien, esta ha sido la digresión. Un poco larga, con perdón. Pero con estos antecedentes se comprende que el SIPA organizara la reivindicación del Canfranc cuando en 1975 corrió el rumor de que nuestra RENFE se disponía a cerrar el trayecto desde Huesca, al igual que la SNCF lo había hecho desde Olorón. Aquellos momentos de la “transición” fueron además unos instantes mágicos en los que se hicieron posibles libertades y actitudes que sencillamente desconocíamos. Fue aquello una pequeña rebelión aragonesa contra los dictados de la compañía estatal; cada año se debería repetir. Así surgió la idea del tren reivindicativo a Los Arañones para pedir el mantenimiento de la línea. Lo del “Memorial” se añadió porque sonaba bien, porque se trataba de resucitar la memoria ciudadana, y porque se organizó en las inmediaciones del 18 de julio (en el de 1928 se inauguró la línea). Se pidió a RENFE el alquiler de un tren, cosa perfectamente atendible según los estatutos de la compañía y que en ocasiones habían hecho otras entidades, por ejemplo “Los Amigos del Ferrocarril”, que utilizaban a veces una locomotora de vapor reconstruida por maquinistas jubilados en los talleres de Zaragoza con horas de trabajo pagadas por la empresa. Pero como en este caso se trataba de una protesta la RENFE estuvo remisa a conceder el tren, aunque tampoco se atrevía a negarlo. Con estas idas y venidas se movilizó la opinión pública, que seguía en la prensa las peripecias de la expedición. Al final fue que sí, que se dispondría de un tren para subir a Canfranc en la fecha solicitada, el domingo 20 de junio de 1975. A la iniciativa de nuestra asociación se sumaron todos, tanto incipientes partidos como sindicatos, al igual que Ayuntamientos y Diputaciones. Hipólito Gómez de las Roces, uno de los fundadores del PAR y presidente entonces de la DPZ apoyó la movilización secundado por los presidentes de Teruel y Huesca, resultando pues el acto representativo del “pueblo aragonés”, como dijo luego “Heraldo”.
No fue fácil la organización de esta expedición porque el SIPA carecía de cualquier medio logístico. Había que vender los billetes, disponer de alguna propaganda, adornar la locomotora, numerar asientos, instalar radiofonía en los compartimentos, organizar los actos y los agasajos en las estaciones y en Canfranc ordenar el banquete que se dio en la Fonda de la Estación. pancartas, discursos. Una tarea compleja. Pero todos nos ayudaron en lo que pudieron y las cosas funcionaron muy a la española, que esta es una virtud fantástica que tenemos y no un defecto como piensa una mayoría que se las da de ilustrada. A las siete de la mañana el tren estaba esperando en la antigua estación del MZA. La máquina muy bien engalanada por los servicios de jardinería del Ayuntamiento de Zaragoza (que bonitas quedan las locomotoras con sus arreos festivos). Todo el mundo encontró su asiento. Las azafatas de la Escuela de Turismo repartieron algún piscolabis. En las estaciones del trayecto los vecinos venían con agasajos y a cantar alguna jota: ellos se enteraron de la hora a la que debía pasar el tren y no hizo falta avisarles. Admirable.
A propósito de esto de las paradas en las estaciones del trayecto recuerdo una anécdota que contaba el corresponsal del Heraldo cuando se abrió el tramo Zuera-Ayerbe más o menos hacia 1934. Le llamó la atención al reportero el que dos ancianas que estaban en una de las estaciones del recorrido llorasen a lágrima viva. Les preguntó qué les ocurría y ellas contestaron: “Ay señor, es que nos acordamos de nuestro pobre padre que cuando éramos pequeñas siempre nos contaba que un día pasaría el tren por el pueblo; nos da duelo que no lo haya visto”.
No recuerdo el número de vagones que integraban el tren pero eran bastantes. Paramos como queda dicho en varios puntos. En Huesca subieron expedicionarios y el presidente de la DPH D. Saturnino Arguis, el de la DPT había subido en Zaragoza junto a Hipólito Gómez de las Roces. Entre las estaciones de Turuñana y Ayerbe la máquina sufrió una primera avería que se atribuyó al incendio del colector. Nueva improvisación ibérica: surgió un pasajero experto en válvulas y colectores y lo puso en marcha. Chapuza que duró solo un rato porque un par de kilómetros antes de la estación de Ayerbe el invento dejó de funcionar. Tuvimos que esperar a que nos mandaran una nueva locomotora que era la del tren correo que pasaba por aquellas horas. Esto tomó más tiempo. En el fondo a mí me parecían bien aquellos incidentes porque mostraban la verdadera cara del canfranero. Enganchamos la máquina del correo y ya sin más novedades aunque “algo tarde” llegamos a Canfranc, siete horas duró el trayecto de subida. Lo más cómico de todo resultó ser una especie de garrocha de madera que sacaron los ferroviarios para enchufarla al tendido telefónico y pedir auxilio a las estaciones. Como en el tren “Union Pacífico” de los hermanos Marx.
Una vez en Canfranc nos trasladamos al túnel internacional. Algún reportero llamó a esta fachada, donde arranca el túnel bajo el Coll de Ladrones, el “Muro de lamentaciones de las esperanzas aragonesas”. Muy decimonónico. Fue dicho esto en 1892, cuando el ferrocarril llegó hasta Jaca y los impenitentes e intemporales expedicionarios zaragozanos se trasladaron en carros y diligencias hasta este mismo sitio, para tocar quizás las trompetas que en Jericó derribaron las murallas cananeas. Pues bien en ese mismo “muro” quien esto escribe pronunció unas palabras que luego recogió Alfonso Zapater en el Heraldo del 22 de Junio. Hablé de lo que siempre se habla cuando se acude al Canfranc en actos reivindicativos: esperanzas aragonesas, incomprensión, regeneración, autonomismo como medio, etc. Se descubrió entonces una cerámica de Muel que se había pegado al muro alusiva al acto. No duró mucho esta cerámica: el duro clima de los Arañones o quizás el vandalismo, dieron cuenta de ella. La reproducimos en una fotografía porque la pusimos (y la hicieron en el taller de Muel) con todo cariño. Un regalo de la DPZ.
Y ya nos fuimos a almorzar porque con tantos acontecimientos había gazuza. La comitiva oficial a la Fonda de la Estación que todavía funcionaba; otros muchos al bocata o a los distintos bares de Canfranc. Terminada la comida se sirvió el champán, como se estila hacer a la española, no a la catalana que comen con cava desde el primer momento. Nos había regalado la asociación de hosteleros un par de cajas que subimos en el frigorífico del tren. De allí las sacamos al calor de la fonda con lo cual al descorcharlas en las distintas mesas literalmente estallaron con grandes estampidos. La gente se asustó pues en el fondo era todavía tiempo de sustos y parecían disparos. Alguna autoridad se cayó de la silla. Luego vinieron los discursos, muy numerosos. El acto político. Las palabras pronunciadas figuran en ese extraordinario de Heraldo y no es cuestión de repetirlas porque fueron las de siempre, aunque no digo que no fueran sinceras y en algún caso hasta emotivas, como las de Juan Lacasa Lacasa que vivió siempre con el Canfranc a cuestas.
Al atardecer el tren bajó al llano no sin alguna nueva peripecia. Y esa fue la jornada del 20 de junio de 1975. Una fiesta de aragonesismo incipiente. En años sucesivos tanto la CREFCO como los sindicatos organizaron otras expediciones en tren. Ahora cuando reivindicamos el tren subimos en coches y autobuses porque se tarda la mitad de tiempo. Pero en tren es más gustoso.
Santiago Parra de Más
Coordinadora para la Reapertura del Ferrocarril Canfranc-Olorón (CREFCO) |
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